lunes, 11 de mayo de 2009
Los indicadores económicos mundiales muestran en las últimas semanas algunos indicios más favorables que parecen indicar que podríamos estar remontando el vuelo de la recesión global que padecemos. No es menos cierto, sin embargo, que aún no se puede hablar de recuperación económica.
De lo que no cabe duda es de que debemos seguir avanzando. No podemos quedarnos mirando al cielo para ver si caen soluciones mágicas. Eso no existe. Lo que tampoco podemos hacer es aplicar recetas viejas a situaciones nuevas. Esta crisis es una crisis generada por la desregulación, por la avaricia, por la insolidaridad de los que sólo se han preocupado de su propio enriquecimiento y, por ello, no puede solucionarse con el abaratamiento del despido, con recortes en los derechos sociales o con abandonar a su suerte a los que más sufren una situación que no han creado: los desempleados.
Es la hora de planificar un nuevo modelo de crecimiento basado en la economía verde (avance de las energías renovables y en modernizar los sectores del turismo, del automóvil y el agroalimentario. Es la hora de poner en marcha reformas estructurales y en impulsar medidas que nos sitúen a la vanguardia de los nuevos tiempos. Estas han de basarse, sin duda, en la educación, en la formación, en las nuevas tecnologías.
¿Es esta una obligación que solo le corresponde al Gobierno de España o es una obligación que tienen que compartir las CC.AA y los Ayuntamientos? Sin duda es necesario el compromiso de todos, la cooperación y la coordinación. ¿No tienen competencias en áreas fundamentales para el desarrollo las administraciones autonómicas? Las tienen y deben usarlas para trabajar juntos en la dirección de una salida de la crisis que nos sitúe en una mejor posición de salida. No vale con reclamar al Estado y mirar para otra parte. Es la hora de que todos arrimemos el hombro.
La ciudadanía española analizará a cada uno por el papel que se haya jugado en estos momentos difíciles. Si el balance final es la crítica sin cuartel, la ausencia de propuestas y la falta de compromiso para facilitar la salida de la crisis, seguro que habrá muchos que obtengan un sonoro suspenso. La realidad pondrá a cada uno en su sitio por más que ahora parezca que sacan réditos a una política destructiva basada en la confrontación sin cuartel.
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