¿SOLOS?

lunes, 29 de junio de 2009

En los últimos días hemos venido escuchando que el Gobierno está sólo, que nos enfrentamos a una situación de soledad parlamentaria. Creo que está afirmación, no por repetida, es cierta.

En esta legislatura se han debatido en el Congreso de los Diputados un total de 800 iniciativas y se han perdido sólo 11. ¿Se puede afirmar con estas cifras que el Gobierno se mueve en la soledad? Yo diría que no. Más bien, lo contrario. No, exclusivamente, por lo tercas que son las cifras y lo evidente que son los resultados, sino, y sobre todo, por el contenido de las iniciativas que se han perdido.

Por centrarme sólo en una de ellas me referiré a la Proposición No de Ley que pedía que desaparecieran los Ministerios de Vivienda, Cultura e Igualdad. ¿Alguien cree que perder iniciativas de este tipo pone en evidencia que el Gobierno está aislado? Pues, la verdad, no. Es más, creemos que hay peticiones que retratan a los que las proponen y las votan y también a quien las pierde, dejando en mejor lugar a quien se opone.

Lo cierto es que el Grupo Parlamentario Socialista del Congreso y del Senado hemos logrado sacar adelante la mayoría aplastante de las iniciativas que se han debatido y se ha hecho a través del diálogo y el acuerdo con distintos grupos políticos.

Nadie niega que la situación sea compleja y que se hayan de hacer esfuerzos para llegar a acuerdos pero eso, lejos de ser negativo, es una prueba evidente de que vivimos en una democracia madura donde trabajar para acercar posiciones forma parte de la normalidad.

¿Por qué, entonces, ese afán por demostrar que el Gobierno vive en la inestabilidad si no se corresponde con la realidad? ¿Por qué no se pone en valor todo lo contrario? ¿Por qué no se ha resaltado que hemos sido capaces de aprobar en el Congreso de los Diputados el techo de gasto? Yo tengo mi respuesta pero creo que es más pedagógico que cada uno se la dé a sí mismo.

Junto a esta afirmación se dan otras que se repiten hasta la saciedad: que el Gobierno negó la crisis y que cuando la reconoció se dedicó a poner encima de la mesa una y otra medida deslavazadas. Tampoco se corresponden con la realidad.

Nadie podía a principios de 2009 aventurar la profunda crisis internacional que íbamos a padecer a nivel planetario. Miente, y todos los sabemos, quien dice que ya lo venía advirtiendo. No es verdad.

La profunda crisis internacional que padecemos nos pilló a todos a contrapie: a los gurús de la economía, a los organismos internacionales, a todos los grupos políticos, a todos los países…. Y cuando la tuvimos encima el Gobierno se puso manos a la obra, proponiendo medidas de apoyo al sistema financiero, a las empresas y a las familias y planteando en todos los foros internacionales ideas e iniciativas que pudieran avanzar en dar una respuesta global a las consecuencias que se estaban generando y reflexionando sobre un nuevo modelo de futuro que evite que puedan repetirse los mismos errores.

No es cierto que las medidas que se han puesto en marcha sean improvisadas o no tengan un criterio global. Todo lo contrario. Las primeras medidas que se pusieron en marcha tenían como objetivo que el sistema financiero no se derrumbara, porque con él se derrumbaría el conjunto de la economía y lo pagarían los de siempre: los que no la han creado. También se decidió apoyar a las empresas con multitud de medidas fiscales y de crédito y, por supuesto, a las familias, a los trabajadores y a los desempleados, no dejándolos abandonados a su suerte.

Conscientes de que el problema más grave a que nos enfrentamos es la pérdida de empleo se acordaron medidas que intentaran paliar su destrucción a través de la inversión pública: el fondo local o la contratación de grandes obras son un ejemplo claro.

Y, ahora, lo más complejo, pero fundamental: diseñar un nuevo modelo económico. En ello está el Gobierno.

Se puede estar en contra de las decisiones tomadas, se pueden plantear alternativas, se puede expresar el desacuerdo con las medidas, pero lo que no se puede hacer son afirmaciones gratuitas que no se corresponden con lo que ha pasado.

Por cierto, estoy impaciente esperando conocer que plantean los que dicen todas están cosas: cuales son las propuestas que defienden. Es bien cierto que es más fácil moverse en la generalidad, situarse en la crítica y en la ambigüedad que buscar soluciones, pero desde luego, ni es más ético ni aporta nada para salir de la crisis e intentar volver a una senda de crecimiento. Ellos y ellas, los que se mueven en ese modelo de hablar mucho y hacer poco sabrán para que sirve. Yo creo que para nada.

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